miércoles, 11 de mayo de 2011

El Tiempo no pasa




Esta tarde que se desliza sobre nosotros se presenta llena de nostalgia. No me cabe más verde en las pupilas que se agrandan repletas de memorias, de tus manos empujando mis ganas incipientes de mantener el equilibrio en mi nueva bicicleta anaranjada.
Esta tarde, de parque casi otoñal, me atrapa en el túnel del recuerdo y te veo tomando el café en aquellas tacitas de plástico con rayas de colores, la torta húmeda de nuez que tanto te gustaba, el sapo asomando bajo el arbusto de otra tarde casi igual pero más feliz, con los chicos corriendo y tus ojos disfrutando de sus travesuras.
Después, el hilo del tiempo, que no tiene fronteras en mi memoria, me arrastra más atrás, a los días de fotos en blanco y negro que reflejan los juegos de mi propia infancia contenidos y seguros a pasos de tu mirada.
La tarde soleada se me hace gris en el tiempo que evoco, aquel sol de hace años, aquel que dicen,  calentaba menos y hacía menos daño. No te me vayas ahora, quedate un poco más en mi nostalgia, llevame en el Falcon por las calles de arena húmeda de una de esas tardes lluviosas de Villa Gesell. Sentate conmigo un domingo a la mañana en Friends a leer el Clarín,  tomando tu café mientras yo hojeo ansiosa la revista de Disney tomando feliz mi Coca –Cola.  Dejame que salte arriba tuyo para exorcizar esa siesta interminable, para que ya no escuches  futbol en la radio, para que sea sólo yo quien ocupe tu tarde.
Ahora cuando Marley, las rastas y la rebeldía pueblan mi vida de madre, me pregunto muchas veces con fatal melancolía, cómo hubieran sido mis días y los de mis hijos de tenerte. Yo que crecí abrigada por el amor de mis abuelos, hubiera deseado lo mismo para ellos.
Te extraño viejo, nunca dejé de hacerlo. El tiempo no pasa en mi corazón y todos los días pienso que fue ayer cuando te fuiste.

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