lunes, 9 de agosto de 2010

Calor, amor, dolor

Te dije vamos ahora, no importa que hagan casi 40 grados de temperatura, no me interesa que los pibes no hayan vuelto de La Toma, quiero salir, sabés cómo soy, lo que me pasa si me quedo encerrada. Sabés, porque me conocés más que nadie, que me pongo imposible, irritable, caprichosa aun a mi edad. Es mejor salir ahora, vas a soportar mejor el calor que mi mal humor, aunque te duela el pie, aunque prefieras dormir la siesta mientras escuchás el ruido feliz y constante de los chiquitos que saltan dentro de la pileta, el chapoteo insistente llamando a sus padres para que jueguen con ellos. Y el “ya va, ya va” de las mamás que lo único que pretenden es tirarse en la reposera bajo la sombrilla, descansar en la tarde caliente de las sierras cordobesas.
Sé que pensás que el sol todavía es un posible asesino, más con tu piel tan blanca que nunca llega a broncearse y lo máximo a lo que aspira es a ese color camarón cocido. Pero igual te levantás y te ponés las zapatillas con la paciencia y la resignación de quién conoce al contrincante. Más vale no dar pelea, ir a favor de la corriente y salir de la cabaña con el sombrero bien calado para que no se te fría la pelada.
Tampoco te atrae el destino elegido, ya sé que lo venimos postergando, los pibes se niegan porque lo visitaron con la escuela, es todo comercial, el Zapato es trucho, lo pegaron con cemento para que guarde ese precario equilibrio sobre las viejas rocas de la zona. Pero a mí no me importa, me gusta andar y la promesa de la vista del lago por ese camino al que llaman “perilago” y del dique hace que para mí valga la pena.
De entrada la imagen del lugar no es prometedora. El  tobogán gigante y los puestos de artesanías desentonan con el entorno. Miro tu cara pero tu gesto es elocuente, ¿qué pensabas encontrar acá? Por suerte no es época de tours escolares, y además la hora, ya lo dije, no invita a mucha gente a escalar las rocas volcánicas. Subimos por la improvisada escalera, arriba solamente están el chico que vende piedras y un par de entusiastas más. El paisaje no decepciona, es bello el entorno de Capilla visto desde ahí. Lástima las piedras escritas por tantos que pensaron en inmortalizarse dejando sus nombres pintados. Triste imagen, vano esfuerzo. ¡Cuándo idiota!,  decís, aunque ya lo sabemos, algunos son idiotas audaces, ¿cómo hicieron  para treparse hasta ahí?
Te tapás el cuello con el pañuelo palestino, el sol pega y el sombrero no llega a cubrir las zonas sensibles de tu anatomía.  Las rocas son lisas y resbalosas, no es fácil caminar sobre ellas, menos temiendo por tu pie, tan dolorido, tan hinchado. Alguien nos comenta que para ir al dique podemos salir por atrás, bordeando las rocas, un caminito formado por los que conocen para no dar toda la vuelta, es agreste, poco usado, unos burritos pastan tranquilos bajo el sol de la tarde, los pastos pinchan, los cactus, para alegría de esta paseante, abundan. Desde ahí se vislumbra el lago, hay que buscar la senda para pasar entre los espinos, ya se ve el camino y pasa un auto echando polvo en la tarde calurosa.
El toque de humor del día nos lo regala una familia que trata de colarse por ese caminito para no pagar el peso que cuesta la entrada. La señora cae de culo entre las piedras y entonces desisten en su esfuerzo de trepar a contramano.  Aguantando la risa seguimos bajando,  ¡hay cada uno!
No es fácil la caminata por calle de tierra. Hablamos poco, se nos seca la boca por el polvo y el ascenso. El lago se ve allá abajo, distante, de a ratos. Cada tanto pasa un auto, y me decís  que este no es el camino Perilago, que ese corre por abajo, por la parte del lago que lleva al balneario. No quiero mostrar mi decepción, ya estamos llegando al dique y no es cuestión de arruinarlo todo por este “pequeño” detalle.
Al llegar, el paisaje cambia y se divide en dos geografías distintas. Impresiona ver el lago de un lado y el abismo del otro, temo por tu sensación de vértigo, casi no lo puedo soportar yo misma. Pero ahí no termina la cosa y hay que seguir subiendo por unas escaleras que parecen ascender en el aire, no mires para atrás, no quiero verte congelado ahí a mitad de camino, y además está ese nenito que se lanza desde arriba hasta asomar al vacío. Por favor, que se lo lleve la madre, no soporto la sensación de ahogo que me produce, se me fruncen las piernas, me falta el aire pensando en ese abismo.
Arriba el clima cambia, el viento sopla con fuerza y se hace más tolerable la temperatura. Llegamos, misión cumplida, el paisaje todo lo vale y quedamos sobre el dique mirando la playita lejana, el velero que da vueltas en el lago antes de que termine la tarde. La vuelta se nos hace más fácil, el sol está empezando a bajar y la temperatura del cuerpo también, vamos paseando, ya sin la presión de tener que alcanzar la meta. Como último regalo encuentro un pequeño cactus suelto en el camino, qué más puedo esperar, sabés que me pone contenta y disfrutás conmigo del hallazgo.
Hasta se te fue el cansancio cuando llegamos nuevamente al pie del Zapato. Quiero tomar un taxi y vos en cambio tenés las pilas recargadas, volvemos caminando hasta el centro, y en el entusiasmo nos olvidamos de comer las empanadas que me recomendó Benjamín, las que venden en frente, esas que se comen con las piernas abiertas.
Los chicos vienen caminando desde el pie del Uritorco, agotados y rojos después de un largo día en el balneario. Nos sentamos los cuatro en una mesita en la esquina de la calle techada  a disfrutar de una pizza y cerveza helada (cómo desearía que me guste la cerveza, poder saborear ese color dorado que me tienta siempre) compartiendo las historias del día.
La noche despierta en relámpagos furiosos que destellan desde atrás del cerro, el viento sopla fuerte, y la calle comienza a despoblarse. Más vale apurarse y llegar a la cabaña. Así como el sol es implacable, las tormentas no perdonan. Todo vuela, las mesas desocupadas caen y llegamos justo a tiempo para ver desde la ventana los fulgores en los cerros, el agua trayendo alivio al valle y dándonos a nosotros el mejor pretexto para descansar.

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