Viajando con Mariel
Cuando en el avión hacia Ecuador, el pasajero ecuatoriano que estaba sentado junto a nosotras comenzó a asesorarnos con respecto a los sitios para ir a comer en Guayaquil, uno, por sobre todos los demás nos llamó la atención: El Bolón de Tere, él lo llamó así. Luego nos enteramos que el verdadero nombre es El Café de Tere, y para más, quedaba a pocas cuadras del hotel.
Desde ese momento nos propusimos no volver de Ecuador sin conocer el lugar, que por su nombre nos recordó a Tere, revivimos los viajes que hicimos juntas, Guatemala, los congresos en Argentina. En fin, nos pareció un buen homenaje visitar ese café, como si estuviésemos las tres juntas, de hecho lo estábamos ya que siempre la tenemos presente.
Después descubrimos que el Café de Tere es un clásico de los desayunos en Guayaquil. Su dueña, Teresa Castro Mendoza, comenzó hace casi 20 años a vender sus famosos bolones desde una ventana en su casa para incrementar sus ingresos como enfermera. Le fue bien, muy bien y dejó la enfermería por los desayunos y creció hasta poner un local.
Los días del congreso pasaron, pero el último fuimos a conocer el Café. Es un local circular y abierto. La gente hace cola en la caja para realizar su pedido, cientos de personas pasan por allí, familias enteras que acostumbran desayunar en lo de Tere. Una vez que a uno le toman el pedido, le entregan un dispositivo electrónico que debe llevar a su mesa. Cuando la orden está lista, este comienza a vibrar y brilla, entonces es el momento de acercarse al mostrador y entregar el aparatito para que la moza o el mozo nos acerquen el pedido a la mesa.
Como durante todo nuestro viaje, cada vez que salimos a comer, no estuvimos medidas. Sorprendidas por la oferta de comidas absolutamente desconocidas para nosotras, nos dejamos tentar por una variedad de cosas, que como de costumbre no pudimos terminar.
Primero y ante todo el bolón. Viene en distinto tamaños y se compone de verde (plátano verde), chicharrones, queso o mixto. Por supuesto que Mariel no se iba a andar con chiquitas y se pidió el mixto, que quede claro. Luego unas humitas de choclo, queso y carne envueltas en hoja de maíz y cocidas al vapor (dos unidades), muchines, son unos deditos de yuca y queso que se acompañan con miel; para continuar pancitos de almidón de yuca con queso, un sanduche de jamón y queso (sándwich nuestro), yogurt con duraznos, jugo de naranja y para bajar todo, yo pedí un café grande.
Y a todo esto, tengo que decir que no probamos todo lo que allí había. Entre los platos que se ofrecían había uno llamado “Encebollado de pescado”, otro llamado “Tigrillo” que se compone de verde con huevo, leche, cebolla, manteca, queso y chicharrón. Pude comerse así o acompañado con carne o hígado. Otros son, Tortilla de Verde, Bollo de Pescado, huevos revueltos, patacones (plátano verde rebozado, aplastado y frito cubierto con queso). Y todo esto, nada más y nada menos, que para desayunar ya que Tere cierra antes del mediodía.
Para mi sorpresa me trajeron un tazón gigantesco lleno de agua caliente. ¿¿¿Y el café??? –En otras mesas había frascos de Nescafé, pensé que se habrían olvidado de traerlo a mi mesa y entre tanto se me estaba enfriando el agua. Pero, entre todas las cosas que nos habían traído, había un bonito frasco cerrado con un corchito que tenía un líquido oscuro en su interior. Se me ocurrió abrirlo y al olerlo sentí un riquísimo aroma a café. ¿Cómo usarlo, cuánto usar? Finalmente me informaron que era esencia de café concentrada y que, para semejante taza, lo correcto sería usar todo el contenido del frasco.
Comimos, bebimos, nos asombramos y nos reímos. Y así concluyó nuestra visita al Café de Tere. No terminamos la comida, no terminé el café. Casi no almorzamos ese día, por la tarde tomé solamente un té. En el avión tampoco comí. No creo que vuelva alguna vez a Ecuador, pero el recuerdo del famoso Bolón, siempre quedará.
¡Mariel! ¿Cuándo comemos?
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