De pronto alguien se cuela en tu vida casi sin pedir permiso. Puede ser un vecino, la madre aburrida de un compañero de tus hijos, la dueña de un negocio medio muerto del barrio, un pariente que no ves hace mil años o que ni siquiera conocés, el amigo de un amigo de un amigo. Puede pasar que te resistas y te sacudas como un perro mojado para alejarlo y que acampe en otras playas. Pero ese alguien vuelve y persiste en su cometido pasando por sobre tu cansada voluntad. Puede utilizar todos los medios a su alcance para llegar a vos. Tocar el timbre de tu casa, llamar por teléfono a toda hora, enviarte reiterados saluditos por interpósita persona, prestarte cosas que no le pediste y no necesitás, llenarte la casilla de mails, ubicarte en el facebook (ahhhhh, el facebook, qué lindo tema, cuántos reencuentros que al principio pudieron parecer hermosos,(obviamente después del shock que causa ver a alguien after 30 years)) , nos generan alegría, revivimos momentos inolvidables, reímos con las anécdotas; pero después, ahhhh amigo, hay que sobrevivir al después y remontar una relación con alguien con quien te une… veamos, te une…nada, qué carajo te une??
Bueno, volvamos a lo nuestro.
Expongamos un caso testigo; vas todos los días a la escuela a llevar a tus queridos hijitos, charlás con las madres de los compañeritos, con alguna tenés mas feeling, vas a desayunar de vez en cuando o te reís un rato, hasta que volvés a la aspiradora y al lavarropas o corrés al trabajo en el auto que dejaste estacionado en doble fila mientras el transporte escolar no puede parar para bajar a los chicos y todos los padres varones tocan la bocina para que los dejes pasar.
Inesperadamente un día se te cuelga una madre que parece conocerte de siempre aunque vos nunca la hayas registrado en tu vida y entonces comienza un largo y sinuoso camino para convencerla de que no te interesa dejarla entrar. No, no, nooooo, pero no. Hay personas persistentes y que parecen no comprender el mensaje. Uno no es maleducado y por consiguiente no pretende tampoco lastimar al prójimo, pero cuando todas las técnicas fallan y el mensaje, recontra explícito, no es comprendido, nos volvemos de pronto antipáticos, asquerosos, hacemos cosas impensadas para liberarnos de la garrapata. Tu amiga, porque aunque no te hayas dado por aludida para ella sos “su” amiga, lejos de ofenderse te invita a su cumpleaños, al cine, a tomar algo, a su casa, quiere que los chicos se hagan muy amigos, porque lo más lindo es que las madres y los chicos sean todos amigos para compartir esos inolvidables momentos que de otro modo serían imposibles con los niños de esa edad. Tu hijo se resiste a ser amigo de ese chico tanto o más que vos. Ella no lo comprende, insiste en compartir las tardes a la salida de la escuela, te llama, te persigue, quiere que los pequeños hagan juntos la tarea. Las reiteradas excusas no doblegan su entusiasmo, por el contrario parece lamentar tus contratiempos y arremete con más ímpetu para que la próxima “se haga”.
Un día comienza a celarte. Si te ve salir con otras madres o si se entera que las invitaste a tu casa o fuiste a las de ellas, podés esperar sin temor a equivocarte una escena de celos y del peor resentimiento. De nada vale explicarle que no tenés ningún compromiso con ella, ya te dije, aunque vos no te diste cuenta, sos su mejor amiga.
Complicado es salir de estas situaciones, más si uno se equivoca siendo amable y simpático en los primeros acercamientos. Estas personalidades un poco cercanas a la psicopatía no pueden separar un gesto amable de una declaración de amor.
Lo peor de todo viene cuando uno por cansancio se deja ganar. Es posible que después de tanta insistencia uno crea que es mejor ceder y relajarse, hacerse amigo y no sufrir más persecución. Vas a la casa y obligás a tu pobre hijo a hacerse amigo del niñito histérico y detestable de la susodicha, pero como ella está feliz los colma de atenciones. Y vos, ya resignada, te sentás a escuchar los interminables relatos de su vida. Porque obviamente no hay otro tema que no sea ella, ella, su familia y ella.
Mientras tanto su hijito se encarga de torturar al tuyo, es gente incansable, inquieta, agotadora. Siempre despliegan una batería de terribles acontecimientos que envuelven su diario vivir. Te consumen con sus problemas y sus reclamos hasta el último vestigio de energía, y cuando ya nada te queda por dar, cuando te ven sin fuerzas y agónico ante sus arremetidas, de pronto encuentran otro objeto del deseo y te abandonan.
Podría parecer que esto es bueno, que por fin uno se puede liberar, pero a esta altura uno queda expuesto a su propia estupidez y se pregunta cómo fue en primer lugar que se dejó convencer por tanta locura. Aunque parezca raro, la bronca y el rencor te ganan. Y sí, te sentís realmente usado y abandonado. Si al fin y al cabo no era uno el que quería esta “amistad”.
Después de un tiempo, finalmente agradecés haber escapado del infierno, pero bueno, hay que mantenerse alerta porque siempre hay otro candidato esperando encontrar el vellocino de oro en tu compañía e instalarse en el trono de tu vida.