Esta vez caminamos con los ojos alertas, “donde hay una formación rocosa hay cactus” fueron sus palabras, y entonces aparecen, dónde no los había ahora están, se muestran ante nosotros como un regalo, sólo para iniciados. Podíamos haber caminado kilometros sin siquiera notarlos, se mimetizan con el paisaje, se vuelven invisibles a los ojos distraídos del caminante. Pasamos por el mismo lugar, sacando fotos, admirando el lago en la distancia, husmeando en el aire el aroma de las hierbas, pero los cactus indetectables como en un estereograma esperan al ojo entrenado para aparecer.
Esta vez mis ojos vieron, mi espíritu se colmó de alegría y fue difícil separar mi cuerpo del lugar. Mi alma y mi mente aun siguen allí.
me encantó,Miri,muy lindo. además luego de años de dejarlos de lado,mi sobrina me dejó su cactus para cuidarlo y ahora me encariñé. no sé,creo que tengo algo en común con ellos.
ResponderEliminarparece loca la idea, pero yo siento lo mismo. Soy algo parecido a Morticia Adams con el tema de las espinas.
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