La hora más turbia
La mañana es la hora más turbia según Manuel, y no solamente para los vampiros, como sería lógico pensar dada su condición de seres condenados a la noche, sino también para nosotros, los humanos.
La sola conciencia de verse obligado a despertar por la mañana a determinada hora y para cumplir con determinada tarea obligada, ir a la escuela, a trabajar, sacar al perro, hacer el desayuno para los que se van y nos dejan la casa vacía, todas y cada una de estas obligaciones, disparan en nuestra mente el rechazo, el amor a la almohada, la rebeldía cotidiana del que juega con la idea de pegarse el faltazo.
Hace años, cuando cada mañana oía partir de mi casa a aquellos que se iban a trabajar, pensaba con horror, dando vueltas en la cama mullida y abrigada, en el sometimiento perpetuo que significa una rutina de salir a trabajar cada mañana, siempre igual, siempre lo mismo por, ¿cuánto, 45 años de vida laboral? La sola idea se me hacía insoportable, luego me daba vuelta, me acomodaba bien y seguía durmiendo mi plácido sueño sin responsabilidades.
Hoy, claro está, me encuentro cumpliendo con mi deber de despertar cada mañana a la misma hora, luchar contra mis monstruos irresponsables y salir de la cama. Tomo el colectivo, cada mañana a la misma hora, y encuentro las mismas caras cada día. Nos miramos, nos reconocemos, a veces con algunos nos saludamos, todos tienen en la mirada la misma expresión, la hora más turbia, ya lo dijo Manuel.
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